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Con una natu-ralidad que encantó; pidióle á Dom Bosco que se sirviese bendecir á todo el grupo, y como éste, calificándose á sí mismo de pobre mendicante, manifestase, que donde estaba presente un Prelado de la Iglesia, él, simple eclesiástico, debía impetrar la bendición en vez de darla, el Abad trapense, de rodillas; se quitó las insignias prelaciales en señal de santa humildad y, postrándose toda la concurrencia, recibió fervorosamente la bendición del anciano valetudinario, héroe de la caridad, fundador de una obra grandiosa que ha de honrar á un santo, porque los frutos ópimos que produce constituyen un verdadero milagro..
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